Recuerdo muchos momentos de pequeña en los que, como la mayoría de niños, me soltaba de la mano de mis padres para adelantarme a ellos y poder trepar por ese muro que había visto; o para explorar nuevos mundos en los que apretaba a correr y para no arriesgar demasiado no abandonaba la acera para encontrarme al final en el punto de origen... esa travesía me había llevado milagrosamente a dar la vuelta al mundo (osea, la manzana)... Pero de entre todos ellos hay uno concretamente simbólico para mi y quizás merezca ser relado, puesto que es el que le da nombre a mi blog:
- Papá! Papá! Dame cuerda! Le chillé mientras éste empujaba de manera sincrónica y apática el viejo columpio de hierro... Quería subir más alto, alcanzar la copa de ese árbol que tenía al lado... Si me da un poco más de cuerda podría saltar a esa rama y trepar por ella... Estallaron risotadas que acompañaron el chirrido del viejo columpio y el murmullo de los niños en el parque... simplemente me indigné, no le veía la gracia, el ritmo disminuyó y de pronto me alejaba de mi objetivo, descendía...
Quedé ligada a esa frase como un himno que resonaba en las celebraciones familiares al que de mala gana me fui acostumbrando; sin saber, por aquél entonces, lo importante que sería para mi, pues esas dos palabras juntas son mágicas!!
Y es que todos tenemos un pasado.
Mis primeros pinitos bastante más granaita...
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