29/8/09

EL ASOMBROSO CASO CORBERA

Rarezas y Excentricidades


No me lo puedo creer, por fin he vuelto a escalar, cosa rara. Y más tras semejante odisea la de ayer.

Me ha costado un huevo escurrir el bulto del curro y una vez en la calle he descubierto que no era la única que había salido a hurtadillas. Uyy, qué raro…

Por si fuera poco, allá por donde voy están empezando a crecer nubarrones. Me da dolor de tarro porque no me los estoy quitando de encima.



El asombroso caso Corbera.
Que me muevo sin GPS la mar de contenta y que el olfato de mi viejo verde siempre atina más bien pronto el camino correcto, eso es un hecho. Excepto ayer, claro.

Dicen que todos los caminos te llevan a Roma. Podría ser, salvo si pasan por Corbera. Debe ser la excepción que confirma la regla, puesto que todos los caminos te encierran en Corbera. Algo así como atrapado en el tiempo.

Y es que resulta, que encontramos un sinfín de señales en la carretera donde era evidente que debías seguir recto. En un desvío dudamos si era por allí. Haciendo caso de los expertos clavadores de carteles, sin embargo, seguimos recto. Pero luego, ahhh… amigo…. ZAS! desaparecieron… Tras tres vueltas a la rotonda, tras abducción de los carteles y de la mismísima continuación de la carretera y con las 4 calles igual de relevantes, hartos de pasearnos por la urbanización, decidimos el viejete y yo recular.

Como me sonaba que también se podía ir por el P Industrial (el primer desvío) canviamos la ruta, y mira tú por donde que también indicaba Gelida.

Pensando que ya estaba salvado el incidente, y un cuerno! Otra vez la misma historia, y otra y otra… Al final, un aguerrido cor-berraco nos sacó del apuro.



Dejé al viejo abajo y maratón. Llegué jadeante al sector cual fumadora asmática. Pero menos mal, me estaban esperando con el pack de bienvenida. Las cintas puestas y el grillo en mano.



Un par de vías fueron suficientes para descubrir que los días acortan demasiado y que las tardes de los lunes al sol se van a tener que postergar hasta el año que viene. Pero no anticipemos acontecimientos que los pelochos tenemos que volver a rematar los proyectos de ayer.


Sedientos, con el olfato embriagado de perfume hasta la saciedad (sí, a mi también me parece raro), pero contentos porque con esos nubarrones negros que me habían seguido desde Cobera, aún así no llovió, proseguimos la velada.


Pero qué descaro! será zorrona...



Ya de copichuelas en la terraza más apañá que habré visto nunca, y créeme que he visto unas cuantas

Bueno, como decía, estábamos refrescándonos en medio de la carretera con los pasajeros de los autobuses prácticamente chocando los 5. Mientras todos reían yo, en cambio, disimulaba. No negaré que estaba sufriendo por si los alienígenas de la zona nos abducían de la carretera como a los carteles de Gelida en el caso Corbera.

Esta mañana, ya más sosegada, he intentado darle una explicación racional al tema de los cartelitos, y pensando un poco, tampoco te vayas tú a creer, me he dado cuenta que algún graciosillo ha ido desclavando algunos carteles y los ha ido clavando por donde le ha venido en gana.

De camino al restaurante otra situación extraña. Estábamos en un cruce cuando de pronto se apareció una mujer en su coche como por arte de magia, negando por cierto que tuviese un ceda. Hasta que decidió girar su cabeza y mira tú por donde que el ceda se reapareció, haciendo que la mujer que exhalaba improperios de manera casi sobrehumana, desapareciese de pronto de la calzada a tal velocidad que ni el mismísimo Gran Houdini. Pero qué raro…


Al llegar tuve que ir derechita al lavabo, porque tras lavarme las manos concienzudamente en la Font Freda era la única que aún poseía las manos requetenegruzcas. Joer, qué raro!


Bueno, sólo falta comentar que el bareto de las cenas es un chollazo increíble donde los bocatas están buenos y los precios mejor.

Eso sí, probablemente no acabes cenando, sobretodo bebiendo, aquello que pediste, por mucho que le insistas repitiéndole lo que quieres. Y mira que llegué a ser plasta. Pero incluso duplicando las cenas para atinar con la elección vale la pena.

Y como de costumbre, regreso a casa por el Ordal, donde casi siempre se cruzan zorros. Esta vez, gracias a los faros de Pumuki, reconocí los destellos de los ojos de uno que me vigilaba desde la cuneta.



El camino de vuelta inexplicablemente apenas duró media hora. Más aún, cuando vi por el retrovisor que un proyectil se acercaba a mi y me rebasaba por el otro carril del lateral de la autopista para de pronto perderlo de vista desvaneciéndose delante mío en el infinito. Ha traspado la velocidad de la luz! Qué raro…

Y qué me decís? No son demasiados zorros? Demasiados nubarrones como para no llovernos, y demasiadas cosas raras en un mismo día???…





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