Y a continuación: Correosas elucubraciones cuando el tiempo no permite escalar
El domingo, llegó a nuestros oídos copillos de nieve en Barcelona. Aun así nos atrevimos a pisar El Bruc. Hacía una rasca tal que rozábamos el negativo del termométro del coche.
Cero grados, ni frío ni calor, Juas Juas... se oía resignadamente. Deberían evitar este tipo de comentarios a mi vera, porque se me acaba yendo la pinza.
(Ciencia por obtusos:)
El cero psicológico se encuentra únicamente a escasos 273ºC del cero absoluto. Si -273,15 ºC = 0 K (K de Kevin, no confundir con C de Costner) es la temperatura más baja teórica e inalcanzable, donde observaríamos que las partículas carecen de movimiento; nos encontraríamos digamos que en el punto de no retorno, petrificados y sin capacidad de mobilidad. Por otro lado, no difere tanto de los 0 ºC, la temperatura de retorno, eso sí y en coche, en la que antes de congelarnos abandonamos la zona previo desayuno al lado de las brasas.
Sea como fuere, tras desayunar como buitres, emigramos (con la cabeza gacha como las avestruces) al plafón. Allí recibí una de cal, magnesio hasta los codos comprobando que las molestias del músculo habían remitido hasta niveles casi inapreciables; y una de arena, puesto que polvo soy (un?) y echa polvo me quedé. Nunca acabaré de refinar esta frase. Continuidad frustrada, que 7 meses ya son demasiados y pasan factura. No hay excusas; ni siquiera el dolor del dedo pulgar fue factor limitante.
Me dirigía hacia mi casa algo caldeada tras haberle soplado un poco de más a las birras. Ya se sabe que el aumento de la temperatura favorece la entropía y ésta a su vez el caos y la indeterminación, alterando la energía potencial de mis hormonas. En el último instante cambié de dirección para hacer una visita que debía haber hecho al paso de regreso de Montserrat tras escalar.
Objetivo: Intentar poder entrenar en plafón; a poder ser antes del veranillo para el que me propongo tocar roca hasta la saciedad (si es que es posible hartarse)...
Me dirigía hacia mi casa algo caldeada tras haberle soplado un poco de más a las birras. Ya se sabe que el aumento de la temperatura favorece la entropía y ésta a su vez el caos y la indeterminación, alterando la energía potencial de mis hormonas. En el último instante cambié de dirección para hacer una visita que debía haber hecho al paso de regreso de Montserrat tras escalar.
El relato de la visita aquí.
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